Bueno ya va siendo tiempo que haga las paces con
mi ciudad natal. Los cerros no tienen la culpa. “Don Pancho”: el cerro más
hermoso del mundo para mí, pues menos que menos. Es digamos que “impresionante”
para no abusar del adjetivo como me han recomendado siempre. Estoy a su
izquierda. Él está a mi derecha, pues de esa forma lo puedo ver. O está frente a mí. Y camino con la mirada en
alto y gracias al ángel de mi guarda es que no me saco la cresta en el piso y
reviento otro par de lentes o pierdo un diente, porque acá las calles son
irregulares y yo además no tengo visión de perspectiva a menos que camine
mirando cada tanto el suelo. Don Pancho atrapa mi mirada y yo camino hacia él
hipnotizada… la mirada en alto… todo el cuerpo estirado para poder
disfrutarlo. Me estiro, me alargo, me
hago grande escuchando Army of me de
Björk… y pienso que la islandesa tiene razón, que no es una cuestión de tamaño,
que ya no soy pequeña porque es cosa de
actitud y me defiendo sola lo más bien: no necesito guardaespaldas,
necesito amigos.
Averiguaré los metros de don Pancho, pero es
impresionante ver que apenas una delgadísima cintura lo separa de un pequeño
abismo y luego la mar. A veces he estado
a su izquierda. O justo debajo de él en la playa: ahí no me da el cuello. Debo
de arrodillarme. Porque justo ahí es donde don Pancho trata de tirarse al agua
aunque desde “lo geológico” es lo contrario: don Pancho se separa de la mar… la
placa oceánica choca con la continental, y vienen terremotos con sonidos
maravillosos: el cerro se queja que sus viejos huesos deban de ser acomodados
nuevamente.
Creo que por eso no temo “tanto” los terremotos.
Si un extranjero viniese acá y experimentara un ligero temblorcito con esos
sonidos profundos, digamos algo tipo grado 4 (Richter)… pensaría que es acabo
de mundo. Y por extranjero incluyo a los mismos
chilenos de más al sur. Yo y mi madre a veces cuando éramos más jóvenes
sentíamos el ruido poderoso de las placas y ni siquiera dejábamos de almorzar: era
sólo ruido. A veces se movía la tierra la casa la tele, todo temblaba un
poquito, y seguíamos almorzando o a lo más apagábamos la tele para poder
escuchar o para bueno, no perder la tele si la energía se cortaba y luego
volvía con demasiado wataje: estábamos al lado de la termoeléctrica más grande
de Chile, digamos que susodicha termoeléctrica estaba en el medio de Tocopilla.
Una vez, estando con el Checho a solas en mi
casa, en la pieza de mi hermano (que era como mi oficina: ahí estaba la
olivetti letrera 25 gris que originó todo este vendaval de palabras) vino y
pasó uno con un ruido profundo, “genial” para nosotros, el escritorio
temblequeaba (bueno ese escritorio temblequeaba de cualquier nada), los vidrios
de las ventanas parecían que se rompían de tanto traca-traca-traca, y lo único
que hicimos fue abrir la puerta de la pieza y alejarnos de la ventana, es decir
seguimos tal cual estábamos. Checho simplemente abrió la puerta y le puso el
pie, “por si acaso” era terremoto y no podíamos salir, pero creo que igual
hubiéramos podido salir: las ventanas no tenían rejas. Creo que fue algo como grado 6 en su
epicentro y en Toco algo como 5,6: en Turquía eso es terremoto con desastre
total. Acá no pasó nada. El que echó abajo Tocopilla en 1967 (epicentro en Tocopilla)
creo que fue 6,7 (Nótese que según un
arquitecto amigo cada coma que se agrega al Richter es como el doble del anterior).
El que echó abajo Tocopilla en noviembre de 2007
no tiene magnitud para mí. Seguro tiene una magnitud Richter (8,2 dicen pero
hay quienes dicen con fundamento que fue más), pero la magnitud de la estupidez
humana me parece que es su lado menos cuantificable. Menos mal no le pasó nada
a don Pancho. La huella tres puntas como siempre sigue espantosamente
peligrosa. Al santuario de la
Virgen del Rincón de Dios no he ido pero iré luego. Y ya me debo ir preparando: aparte que lo
profanaron no sé si antes o después del terremoto geológico pero digamos que
más o menos desde que empezó el terremoto social, ahora tiene serios daños… Yo soy católica, ustedes mis amigos que me leen lo saben, así como saben que no le vendo la pomada a
nadie, digamos que yo evangelizo desde mi metro cuadrado, desde mis acciones y
Etxe lo ha visto, entre otros. Pero no profano lugares sagrados de otras religiones,
más bien lo contrario. Sé que es sólo una imagen o un lugar: un santuario con
una imagen de una virgen que bendice nuestra ciudad… pero representa mucho para
muchísimos tocopillanos: nuestra Madre extendiendo su manto justo desde donde
Toco-pilla deriva en su nombre: el rincón del viento, del espíritu, del diablo…
o de Dios. Por ese mismo lado pasó la falla, o se liberó la energía concentrada
del terremoto, no lo sé muy bien… no soy geóloga. El sector más afectado fue
el norte (las viviendas sociales de ese
sector se vinieron abajo y las de mi sector donde vivía mi Clau con sus hijas e
hijo, no). Sólo murieron dos personas pero muchos quedaron sin casa, sin
escuela o Liceo, sin capilla, sin salón parroquial… o sin salón los hermanos
evangélicos. Y Tocopilla perdió su identidad, según muchos de mis coterráneos,
o perdió el rumbo… o perdió el norte.
Entonces fumo como 3 veces más de lo normal
incluso para cuando estoy ansiosa en santiago-es-chile: ciudad anestesia. Acá
no hay anestesia que valga: una de las plazas más bellas de Chile, Oh Dios. La
playa artificial que disfruté con mi hijo y sobrinos apenitas el 2010, hace
menos de dos años… es un asco. Aparte que no se puede ir de noche. El sector de
playa entre Caleta boy y la playa artificial, sobre todo el tramo entre Caleta
y la hostería (hablo de apenas unos 150 metros , al ojo) es además de un asco un
peligro, debes de mirar antes de sentarte frente al mar. No por las piedras,
que se pueden sacar de un simple golpe de pie sino por los vidrios; es
peligroso y no aconsejable andar descalzo por la playa. La mar siempre agarra
esos trozos y los lima, los hace parte de la arena o conchuela. Cuando pequeña
me encantaba encontrármelos: parecían gemas ocultas detrás de una capa de
espuma. Ahora me refiero a trozos de botellas recién lanzadas el día anterior.
No voy a referirme al plástico. Les ahorro ese horror, pobre la Santa , amiga de
Perdita…seguro que agarra su cámara y se viene a vivir un par de semanas a mi
casa a filmar y filmar. Ojala lo hiciera. Y mejor no le cuento lo de los
metales pesados…
La playa, mi patio trasero, se ha convertido en
eso: un desastre ecológico-social. Es,
como dice mi madre: tierra de nadie. Es decir, arena de nadie, conchuela de
nadie. No es de nosotros. Es de unos personajes que llegaron acá o se criaron
acá (muy pocos al parecer, menos mal) y que no se saben nuestro himno. Que no
dicen como el Alexis con un orgullo que a mí me enternecía siempre “Yo soy de
Tocopilla”. Que no dicen con maravilla y emputecimiento “Yo salí de Tocopilla y
en Tocopilla nació el Rebe” como Jodorowski. Que no dicen como dijo siempre Eric
Maluenda de Illapu histórico (QEPD) “yo soy de Tocopilla”. Que no dijeron como
Andrés Pérez (QEPD) algo como: “bueno yo no nací en Tocopilla pero ahí hice mi
últimos años de enseñanza [en mi Liceo]
y ahí conocí el teatro y a la mujer más hermosa que jamás había visto: Rosa
Ramírez, y encontraba que en esa ciudad se respiraba un aire tan genial, todo
era tan buena onda”.
Yo llevo demasiados años sin decir que soy de
Tocopilla. Pero yo también soy de Tocopilla. Me sé su himno. Es como dice su himno: la madre del viento.
Es una ciudad enclavada en la pampa, está entre los cerros más lindos del mundo
(bueno quizá no son cerros, OK: son montañitas) y el mar más azul… bueno, algo
le queda de azul todavía, creo.
Nunca aprendí a pescar con lienza. Ahora da lo
mismo porque casi no hay peces. Así que debería de aprender a pescar con caña y
eso es demasiado para mí. Ya no hay locos como antes, lapas creo que sí pero no
como cuando uno simplemente bajaba a la playa de aburrido y llenaba la olla de
mañana. Ya casi no hay albacora. ¡Dios mío Santo!!! Tocopilla era uno de los
mejores lugares del mundo para pescar albacora (o pez espada: swordfish) ya que
justo ahí frente a sus costas la corriente de Humboldt empieza a separarse del
continente… y yo que no como carne, pues feliz que me zamparía un filetito de
albacora-albacora y no lo que venden en la costa central o santiago-es-chile por “albacora” que es la mayoría de las veces
toyo (y ningún problema: el tiburón es rico lo mismo, demasiado rico quizá,
pobres tiburones-toyo) o “albacorilla” que ni idea qué será pero no es el
majestuoso pez espada luchando por su vida en un combate aleta a mano, cola
contra yate, etc. Porque el bicho obviamente se resiste a morir pero es una
lucha más o menos justa, uno contra uno. No es una lucha de una tremenda red
contra todos y vamos muriendo todos los peces, los pequeños atrapados en el
cardumen, las hembras llenas de huevos, los que están en veda, en fin todos
vamos pa’ dentro. No señor, la albacora es de uno a uno, que en verdad no es
uno: es un equipo. A veces gana la
albacora. Y se salva y antes de hundirse en el mar creo que hasta que se pega
un salto final sobre las olas como para sacarles pica a los que quedaron en el
bote. Esos son cuentos de pescadores, y los pescadores son “teyible mentirosos”
pero igual yo iba con mi padre al muelle y en efecto traían un bicho enorme,
entero, se sacaban una foto e iban todos a
felicitarles. Una vez fue un tiburón: yo lo vi con la boca abierta del
puro asombro. No un tiburón-toyo: un tiburón-tiburón-grandotote. En todo caso
los pescadores siempre son chamullentos, pero mi padre les creía porque eran
amigos de él y nos llevaba al muelle y esos son los recuerdos más hermosos que
tengo de esta ciudad maravillosa (aparte de mis amigos): mi padre y yo de la
mano.
En el muelle, subiéndonos a un bote, conversando con gente tremendamente
entretenida de dientes blanquísimos y de piel lo contrario, pero con ojos
enormes y por lo general de color muy claro: los pescadores. O los bomberos, o
los comerciantes, o el Kadú: su peluquero japonés, mismo personaje odiado por
mi hijo y sobrino ya que les cortó el pelo como a Trunks (se veían geniales
solo que les faltó la fase súper-saya-yin, además ambos son hermosísimos:
rapados o con el pelo largo se ven bonitos, sobretodo mi hijo con el pelo
larguísimo y el sobrino con su pelito cortito)… o bueno, tantos amigos…esta
vocación mía por tener tantos y tan buenos amigos la heredé o aprendí de él,
como heredé o aprendí de él tanta cosa que en este preciso momento de
decisiones duras y dolores de guata me sirven enormidad: todas sus palabras van
conmigo, todo su ejemplo de caballerosidad, respeto y actitud de servicio todavía
me bendicen cuando alguien pregunta mi apellido y recibo de vuelta un se nota
que es su hija.
Hoy escribo para decir, simplemente: Yo también soy de Tocopilla. Acá nací y acá
me criaron con valores que son tan firmes como don Pancho.
Y también quiero que Tocopilla vuelva a ser
Tocopilla. No pude votar, pero igual: la democracia no pasa sólo por un voto
sino por participar. Quiero que de verdad vuelva, que Jodó la próxima vez no
diga joder porqué no revientan de una vez la piedra de San Martín y ponen una
placa que diga “acá por equis años la estupidez humana tuvo en vilo la vida de
aproximadamente unas 20 a
100 personas [me incluyo] y
finalmente ganó la cordura y la reventaron e hicieron miles de piedritas el año
2013, piedritas que [por supuesto]
fueron repartidas entre todos sus deudos” [y luego vendidas por ellos mismos
para poder comer pan, o por último perdidas entre las muchas miles de piedritas
que inundan esta ciudad inefable]. Los corchetes son míos, y yo de verdad me
incluyo: pasé muchas tardes tomando once a su sombrita. Pero la idea no es sólo
de Jodó: es de varios más que tenemos la facultad de pensar por acá y de decir
casi sin notarlo ¡Mira huevón: El emperador está calato!!! A cada
vuelta de esquina, a cada tropiezo con que la calidad de la educación la
calidad de los profesionales de la salud la calidad de las veredas la calidad
de las decisiones la calidad de las excusas la calidad del lenguaje la calidad
de etc., pero por sobre todo la calidad de las decisiones: punto focal, para no marearlos.
Por lo mismo partí
diciendo que el terremoto del 2007 es difícilmente cuantificable, pero de que
es “cualificable”, lo es: acá la pelota la tiran para arriba, y luego todos
salen arrancando aunque griten un nombre: ni Alexis Sánchez con toda su habilidad
(y su belleza tocopillana) logra llegar a tiempo antes que la pelota llegue al
suelo, me parece a mí. Y luego llega otro, y
la pelota de nuevo al aire con el mismo nombre o con otro nombre pero es
lo mismo, vuelve a caer al piso. Estoy siendo extrema, lo sé, pero las
conversaciones son múltiples, con todo tipo de gente, de distintos lados:
foráneos y nativos, jovencitos y viejitos, de mi generación perdida, de la
siguiente que algo se salvó, de los que odian esta ciudad pero no les queda
otra que vivir acá, de los que la aman y no pueden vivir acá, de mi iglesia y
otros cristianos… de profesionales, de técnicos, de gente sin mayor educación
formal como mi mismo viejo, por la
cresta: lo que más he hecho es conversar y es impresionante que todos los discursos
converjan.
Quiero que se hagan poleras con el logo “yo soy
de Tocopilla”: muchas poleras, blancas con letras negras o bueno si nos ponemos
cholos, de muchos colores las letras y/o las poleras, para hombres para mujer,
para niños y para viejos, enormes grandes medianas chicas, sexies y recatadas,
larguísimas como vestidos de verano, cortitas y que muestren el ombligo de las
herederas de la belleza de la Rosa Ramírez ,
con corte a media manga y a manga entera… de todo tipo de poleras pero que
todas digan claramente lo que somos, y que el dinero de éstas pague al menos el
arreglo de la plaza para que cuando sea bonita de nuevo nos podamos sentar
todos juntos en sus bancas y escaleras todos con la polera puesta obviamente
para cachar de inmediato quién no es de acá, a quién no lo crió un pescador
chamullento o un minero parco en palabras pero de valores imperecederos, o
mejor aún un abuelo o padre japonés, o chino, o croata o ucraniano como la
familia del mismo Jodó. Porque todos esos apellidos hicieron y hacen Tocopilla
y es cosa de ponerse esa polera, ojala pro-fondo de cualquier inteligente que
lo quiera tomar en sus manos como el nuevo alcalde que me llena de esperanza, o
de cualquier otro tocopillano de corazón limpio. Aunque no haya nacido acá como
Jodó porque en esa época todos nacían en Iquique, o como Andrés Pérez que se
empezó a encontrar consigo mismo y el arte en esta ciudad: mi ciudad.
Tocopilla no tiene la culpa de la estupidez o la
maldad humana: es la ciudad más maravillosa del mundo para mí en estos días.
Acá y sólo acá pasa que tus parientes falsos resultan ser tus amigos, que tus
amigos resulten ser tus parientes, que tus parientes lejanos deriven en
cercanos y que al final estemos todos entretejidos y hablando de lo mismo en
todas las esquinas y las casas, con un discurso casi calcado…
Los flaites no logran acallar el sonido de las
contaminadas olas, ni de las gaviotas, y absolutamente nada ni nadie me quita a
don Pancho, excepto claro está el Todopoderoso o la naturaleza misma en cuyo
caso no hay tu tía así que para qué me voy a angustiar: don Pancho me saluda
todas las mañanas, las tardes, y las noches (como cualquier tocopillano que sea
tal: lo cortés no quita lo valiente). Nunca
me voy a acostumbrar a su belleza salvaje e impasible. A su mirada a la costa con esa calma que le
dan los miles de años de estar en el mismo lugar… mirando desde lo alto, que es
desde donde y sobre todo cómo hay que
mirar Tocopilla: desde lo alto a otro horizonte que nosotros no podemos ver
pero que tenemos que intuir porque si no lo hacemos nosotros, nadie.
Tocopilla, Chile, a 5 años del terremoto de 2007.
Con amor para todo quien se declare defensor de ella.
Con agradecimiento profundo a mucha gente,
en especial al
Meme Cuevas y familia.
Con un abrazo en el alma a los amigos que aún viven o
sobreviven acá.
De rodillas frente a la virgen del Carmen
saltando frente a la virgen del Rincón de Dios (para
poder divisarla)
de pie frente a la de Lourdes (por si me asaltan para
salir arrancando)
Que Dios nos ampare.
Que Tocopilla vuelva a ser Tocopilla.
Que valga la pena seguir criando hijos acá.