lunes, septiembre 18, 2006

deliberadamente delibes

leí Los santos inocentes hará cosa de unas semanas. antes, este mismo año, Las Ratas.
mucho, mucho antes (hace unos diez años), La hoja roja, y otro cuyo nombre me es imposible de rehidratar en mi archivo de los libros que he leído.
hace poco tenía puesto Parra al Nóbel en mi msn, y un amigo españolazo me dijo Sí, Parra al Nóbel, pero también Miguel Delibes... y nombró a otro español que se merece el Nóbel por haber escrito, por estar escribiendo.
yo no contesté nada, pasamos a otro tema y el asunto se olvidó, pero yo no he olvidado. estoy absolutamente de acuerdo en que Delibes se merece el Nóbel y observo con una cierta impaciencia rayana en la desesperación, que pasan los años y no pasa nada con el Nóbel español. está viejito, vive en Valladolid (me parece, según las últimas averiguaciones mías). está muy viejito. bueno, allá el Nóbel, eso no quita que sea una lectura más que recomendada.
llegué a Deibes por la misma ruta que me hizo adicta a resolver crímenes de la mano de la gran Christie y Poirot, la ruta de mi madre. a ella le gusta el libro de su vida que es Orgullo y prejuicio, de Jane Austen. y luego la ya nombrada escritora inglesa. y descubrió a Delibes y le encantó. luego leyó otro más y se convenció que el estilo-Delibes era cosa de más de un libro, era cosa de Delibes y de ahí que yo he tratado de encontrarle libros de él, comprárselos y luego regalarle. hablo de mi madre, ay, dios. hablo de mi madre y creo que en verdad no debería, pero Delibes y mi madre están irremediablemente unidos por la buena crítica, el triángulo al que Delibes alude en una entrevista: escritor-lector-editoriales.
pero ¿qué decir de Delibes?
que escribe bien, de manera bonita, usando la humildad del lenguaje y el lenguaje de la humildad. que sabe emocionar sin forzar nada, que mediante el truco de la realidad desnuda, nos lleva a un paisaje en que jamás estaremos (el campo profundo castellano) y eso en sí mismo nos emociona, que es un padre usando las fórmulas gramaticales, pero que no deja de mostrar en los diálogos todo aquello que la España popular se reserva para sí mediante código estrecho...
que, cuando retrata a su pueblo, se retrata a sí mismo, que tiene un profundo aprecio por su oficio, que escribe porque se embaraza de un personjae o de una historia, que es un tío viejito, quitado de bulla desde siempre, más bien tímido y que llegó a la literatura a través de un manual técnico que lo alucinó por su excelencia en la redacción.
una vez me preguntaron si yo, por ser escritora envidiaba a la Allende y su éxito editorial, algo por ahí, me costó entender la pregunta. pero dije algo como que yo, de los escritores si acaso envidio algo es el talento o el haber logrado escribir ciertas obras cumbres.
hasta ahora, no tengo motivos de ese estilo con la Allende, respetándola mucho y encontrando cosas muy lindas escritas por ella, aunque no la he leido tanto.
a Delibes le envidio, quisiera llegar a vieja como él, escribiendo. quisiera llegar a escribir tanto como él. a que mi oficio sea dedicarme a hilar historias, aunque no sean las mismas que las de él. yo soy urbana y él rural, nos divide una abismo atávico.
sin embargo, las historias de Delibes muestran por sobre todo, mucha humanidad. de esa que se nota más limpia de las impurezas que el progreso y la evolución nos han impuesto. habla el paisaje y el coro de personajes. tiene personajes, pero los trata con tanta discreción que uno tarda en identificarlos, son personajes de semblanza humilde, tímida. los dramas nunca están dichos por los personajes, nunca. ellos callan, Delibes habla.
y por dios, cómo habla.

domingo, septiembre 03, 2006

lo que pasa cuando no pasa mucho (odio Septiembre)

hace tiempo que no escribo. bueno, no tanto tampoco. de pronto me urgen a que actualice el blog. el pobre del Etxe, nuevamente llamado Nadie (es su nick blogger, no hay cómo luchar contra eso), él me lo pide. también un tiempo lo hacía el Anto. odio que me urjan a escribir, yo escribo porque dentro mío un alacrán verdoso me aprieta el alma, y sólo me la suelta mientras las palabras vuelen por el aire, o por la pantalla, o por el papel.
bueno, las palabras. así que en verdad no necesito que me urjan más. si quieren, me cogen al alacrán por un ratito, señores.
eso. no es que haya mucho que escribir, en verdad, mis días están angustiados y tensos al máximo. así que el alacrán verdoso (verde, por favor, pero no agua) se afana y ufana en apretar el alma medio deshecha ya de tanto sobajeo y tanto avatar.
eso es. necesito a Etxe en persona, espero verlo antes de cumplir treinta y seis. ojalá no sea de aquellos que septiembre rapta en afanes místicos y/o celebrísticos. lo quiero conmigo al Etxe, no lo quiero borracho como casi todos en septiembre.
odio septiembre. un asunto de ser el mes en que nací (un día en que Dios estuvo enfermo, por supuesto). un asunto de que la celebración por las fiestas patrias se come literalmenet mi cumpleaños, un asunto oscuro de la infancia con milicos por todos lados... el once, que acá ya era trágico desde antes (siempre ha sido trágico el once de septiembre, ya se sabe, michimalonco y todo eso).
por eso, y quizá por qué otras yerbas, odio septiembre. quizá porque la gente se vuelca con alegría falsa a una espiral de aparente buena voluntad, fiesta y festejo. no sé, quizá soy un poco Calamarda, con respecto a septiembre.
así que en eso estoy. ya les dejo saber más de mí.
mi amiga del alma, la Claudia, está con mucha pena, sé que no me lee, pero igual le mando un abrazo a ella. es tan difícil ser madre, amiga mía... espero que la vida se te arregle. que tu cría vuelva al nido, o que como sea, las cosas salgan bien, lo más importante es el amor, amiga mía.
les dejo, ahora es mi crío el que me reclama.

agur.