miércoles, marzo 29, 2006

andersen y los hermanos grimm

creo que el año pasado se celebraba en todo el mundo el año de Hans Christian Andersen, y quizá aún se celebre, no tengo idea.
en mi casa había un libro de Andersen, los Cuentos humorísticos y sentimentales, catalogado por mi madre como "muy fome". el año pasado lo rescaté de su muerte segura, y lo empecé a leer para mi hijo, que por alguna razón estaba en cama, supongo que enfermo. bueno, ambos, mi hijo y yo, quedamos prendados de Andersen. nos fuimos devorando, cuento tras cuento en una seguidilla de noches, ya sin la excusa de la enfermedad, casi todo el libro. El patito feo, en su versión original, es un poema, les aseguro. Andersen tiene una prosa tan bonita, tan cuidadosamente limpia y trasparente, y tan inspirada por motivaciones elevadas, que el concepto de "clásico" a una se le graba en la memoria de una vez para siempre. mi hijo, como todos los niños, había leído cuando más pequeño una versión de El patito feo, pero para niños que se inician en la lectura (de hecho, se la sabía entera de memoria), sin embargo, me confesó ayer (porque ayer la volvió a leer) que era mucho más bonita la de Andersen. él, que vive diferenciando entre "el original" y "el alternativo" entre los juegos de cartas, juguetes y cuanta cosa se le cruza por delante, entendió de inmediato cuando yo le repliqué "ah, es que ése es el valor del original".
El soldadito de plomo, La vendedora de cerillas, La hija del rey de la ciénaga... Andersen lo deja a una con la sensación limpia de cuando uno lee algo bien escrito, pero por sobre todo, bueno. apuesto a que pocos de los que visitan este blog lo han leido a Andersen, directamente y sin adaptaciones.
y ahora vamos por los hermanos Grimm... lo saqué en la Biblioteca Central, a nombre de él (mi hijo sólo dijo "que tenga muchos cuentos, ojalá, mami, y que sea para niños). apenas le he leido muy poco, pero ya sé que ahí están los clásicos Caperucita roja, Rapunzel, La Cenicienta en sus versiones originales, muchas veces mucho más brutales y sangrientas que las versiones descafeinadas que salen al mercado en formato cuento o película Disney (hay que ver lo que las hermanastras de Cenicienta hacían para que el zapatito bendito les entrara, y el cantito que las palomas entonaban...).
en fin, versiones con toda la frescura y crudeza del original. aunque no lo crean, ya que estoy enfrascada escribiendo una novela no muy santa, ambos autores son recomendables de revisitar, más que nada para sacudirse del mal mito que los clásicos son fomes. mi favorito sigue siendo Andersen, antes que los hermanos Grimm, pero cada cual juzga como quiera.
mejor aún, que juzguen los niños, que para ellos fue escrito.
y colorín, colorado...

martes, marzo 28, 2006

pablo simonetti me vulneró

leí Vidas vulnerables de Pablo Simonetti. les recomiendo encarecidamente a todos que lo lean, a Simonetti. igual el libro es un poquitito disparejo, encuentro yo, hay unos cuentazos al lado de unos cuentitos, pero de todas formas hay que leer a Simonetti. yo, por lo menos, terminé llorando, así, de verdad, abrazada a mí misma, en uno de sus cuentos. no voy a entrar en detalles de cuál cuento, pero quizá, los que me conocen, cuando lo lean, lo sepan.
el primero, en todo caso, refleja tan bien, pero tan bien el rollo de los chilenos en general, ese miedo a la intimidad, ese terror a sentir, a estar con otro u otra sin necesidad de una cortina de alcohol, o de fútbol, o de sexo, o de lo que sea.
he estado tan vulnerable yo, estos últimos días, además. he estado vulnerable y hasta he gozado ese estatus de vulnerabilidad... vi a mi ex amante el domingo, y me pegué un paseo sórdido por todas las formas del daño entre dos, fue algo tan fuerte, tan gratis, por otra parte, pero al mismo tiempo, tan mareador y liberador. que yo sea vulnerable, a veces puede ser una fortaleza, lo digo al enfrentar mi manera de sentir con la de mi ex amante, quien siente y expresa de una manera tan retorcida. incapaz de entregarse, incapaz de reconocerse dañador, incapaz de reparar, incapaz de comprometerse.
yo sólo sé que soy cada vez más capaz de sentir, de entregarme, de ser vulnerable. quizá debiera ser menos abierta, ser más cerrada. Antonio de Granada suele decirme que soy demasiado dura, que soy cerrada como ostra a los sentimientos (creo que se refiere con eso a que no reacciono como a él le gustaría que yo reaccionara, un asunto de ser directa para decir las cosas). fantaseo que Nadie, mi amigo de acá, de Santiago-es-Chile, puede hablar con Anto y explicarle con lujo de detalles todo lo vulnerable que yo soy a sus ojos.
así, quizá Antonio entienda por fin que yo pueda hablar de ciertos miedos no constituye acusación sino más bien constituye una llamada de auxilio, que me aterran ciertas cosas, es todo.
por favor, lean y compren a Pablo Simonetti. el tipo se las trae, en serio.

lunes, marzo 27, 2006

Adriano y Raúl, segunda parte

no sé. son personajes muy reales, pero no sé si pudiera escribir de ellos como yo escribo, me refiero a mis ficciones, mi narrativa. creo que eso ya lo hizo de manera notable Manuel Rojas, grande entre los grandes (el capítulo de la sarna, el ácaro maldito... uf, quien haya tenido sarna, lo puede comprender). Manuel Rojas es insuperable, creo yo. Aún vigente, eterno, siempre certero en el lenguaje y las metáforas, siempre fino y a la vez marginal. justamente ayer el artes y letras del Merculo lo trata en un artículo escrito por un amigo escritor suyo, que lamentablemente no me suena para nada. cada vez que alguien me habla de Manuel Rojas, yo me dedico a escucharlo, y si es que lo escriben, pues lo leo. en El show de los libros, trataron su novela Hijo de ladrón y ese capítulo me lo he devorado como tres veces, con Mauricio Redolés en la plaza brasil (mi plaza) hablando de él, de Manuel Rojas, en un guiño de marginalidad y cultura guachaca muy simpático.

pero esto de Adriano y de Raúl, hum, no sé... me vienen a la mente más que nada por mi vida, que no es marginal en el sentido físico, vivo relativamente bien, tengo casa, comida, etc., pero de alguna manera vivo igual en el borde de la sociedad. me pongo a pensar, si soy exitosa con Becca quizá deje de ser marginal, porque me voy a ganar la vida haciendo lo único que hago decentemente y con ganas (hago otras cosas decentemente, dicen, pero sin ganas;también hay cosas que hago muy decentemente, pero no puedo cobrar por hacerlas, porque sería puta, ja ja ja).

pero de pronto, también pienso que si soy exitosa con Becca, seguiré siendo marginal, un poco. porque a las finales hago casi todo a mi manera y no como el mundo dice que hay que hacerlo (nunca demandé ni demandaré al padre de mi hijo por pensión alimenticia, como dicen mis amigas debo hacer; puse a mi hijo en un colegio municipal, voy al consultorio a que me atiendan al crío; jamás me compraré un auto y menos que menos aprenderé a manejar... y un largo etcétera).

quizá por eso el Adriano enganchó tan bonito conmigo y me hizo sentir que a las finales, era él el que me hacía el favor de escucharme y darme ánimos, porque todo lo que me dijo lo dijo desde la absoluta libertad en la que él vive, o sea, lo dijo de gratis, lo dijo porque sí, porque él no gasta las palabras en adulaciones que no corresponden.

con Raúl la cosa fue mucho más horizontal de un principio, la conversación en su puesto de libros se prolongó como toda buena conversación de libros que se respete, es decir muchísimo más de lo permitido en mi agenda (tenía que hacer ese día), en fin, pero la cosa explotó en mi cara cuando me llevó a su casa, y entré a ese lugar que sólo podría describir bien el gran Manuel Rojas, o quizá con suerte el pequeño Nadie (yo no lo considero pequeño, pero al lado de Manuel Rojas cualquiera es pequeño). Nadie me ha mostrado fragmentos de algo como una novela, donde en efecto el personaje vive en piezas infectas y oscuras, pero en cités, no en estos edificios hermosos y que se están cayendo a pedazos, a diez minutos a pie de la Moneda. el tema es que Raúl considera su pieza muy bien, un pedazo de su libertad de comunista hippie que igual es responsable porque vive de su oficio de librero, y de su imprenta o editorial. osea, prefiere vivir ahí, que supongo debe salir muy barato, que en una casa o departamento un poco más caro, pero más alejado del centro y su libertad.

un personaje totalmente citadino, Raúl. completamente metido en la cultura de la izquierda, de hecho, parte de ella, al ser el fotógrafo y artista de muchos afiches y Cds del mundo izquierdoso. un contacto con lo que es ser comunista en serio, anti-burgués total.

yo no soy así, pero suelo jugar a eso, a veces. de hecho mi mayor placer en Santiago-es-Chile consiste en vagar por las calles céntricas o de barrios bellos, como el barrio brasil, mi favorito, o la pasada por fuera de 18, mirando el café Torres, soñando con poder entrar alguna vez ahí y conversar en paz de esto que no me deja en paz, que no es otra cosa que la novela, la exigente novela de Becca.

domingo, marzo 26, 2006

Adriano y Raúl

conozco gente. últimamente conozco gente muy loca, muy marginal y extrañamente feliz. ah, y muy valiente a ratos. el primero fue Adriano que llegó a mi casa a almorzar unas lentejas del día anterior. él me pidió sólo comida, no importaba si estaba fría o no, y me pasó un tiesto plástico. yo lo miré y me acordé del padre Hurtado(perdonen, esto es muy personal, y últimamente el padre Hurtado sale mucho a colación en mi vida, a propósito del dolor de una niña muy querida), y vi a un Cristo pidiendo comida, por lo que le hice pasar, le presté baño para que se aseara, le calenté las lentejas, le servì ensalada, y más encima me senté con él a conversarle, porque me pidió no lo dejara solo, "por si se perdía algo, no le echaran la culpa a él", bueno, me senté con él.
terminamos de amigos. él me barrió el patio de afuera, me lo dejó impecable, aunque yo no le estaba cobrando pago, fue a comprar una cerveza, se la tomó mientras yo tomaba un té y le sacaba cerveza urgida de que se quedara pegado en mi casa si se emborrachaba. pero no se emborrachò mucho más de lo que ya estaba, me agradeciò mucho la buena onda, más que la comida, me dijo dònde lo podía pillar en el centro de Santiago-es-Chile ( lo que agradezco de corazón, a veces es muy bueno tener amigos que vivan en la calle), me contó detalles de su vida precaria, unos cuentos chinos de una señora que lo había empleado y que tenía "fiebre uterina" (ninfomanía), y metía de a cinco o seis hombres en su casa a que se la follaran, hasta que llegò el marido en plena partuza y los fue pillando uno a uno en pelotas escondidos en los baños, los armarios, debajo de la cama...
también me escuchó con reverencial silencio lo de mi novela, la encontró buena, y casi queda invitado al lanzamiento, cuando sea que èste sea...
el Adriano es por supuesto, alcohòlico, no tiene familia, sòlo tiene la calle, sus amigos y la libertad absoluta por horizonte. pide comida, y no dinero, al menos, porque va a entrar a trabajar en cuanto tenga el carné. no vota, no puede hacerlo por razones políticas según él. estuvo preso en Pisagua, y también en Argentina, ambas por razones políticas.
Raúl es un vendedor de libros, o al menos eso parece. en realidad es diseñador gràfico, y fotògrafo. eso dice él, y no tengo porquè no creerle. lo conocí porque me acerqué a su puesto de libros usados y vi la antología virtual del gran, grandísimo Oscar Hahn, y no me aguanté el comentario entusiasta ( yo soy muy entusiasta, demasiado a veces, parece, cuando de libros se trata). empezamos a hablar de libros, y no paramos, pelamos a Coehlo, hablamos de la ministra de cultura, pelamos el mundillo editorial, y de pronto, y no sè còmo, estàbamos de socios porque él quiere lanzar como minieditor unos productos al mercado, y yo le puedo vender algunos de mis escritos o escribirle ciertas cosas por encargo. lo siento, no puedo entrar en detalles, que se me funa la oportunidad...
en fin. luego me llamó y despuès de ponernos de acuerdo, nos juntamos para ir a su casa. aquì empieza lo freak. yo sabía de la existencia de edificios enormes que se arrendaban por pedacitos a inquilinos oscuros y marginales en el centro de Santiago-es-Chile, pero esta vez me tocó entrar...
era una escalera propia de película de terror, y él vivía en una pieza pequeña, demasiado pequeña, diría yo, sin baño (el baño estaba en el pasillo, al lado). yo impresionada, impresionada de lo marginal, lo profundo, lo abisal de su marginalidad... ah, pero tenía hambre, y él me sirvió lo más rico que he comido de pastel de choclos, una cosa llamada no sé cómo, de Paraguay, con queso y leche, y pasas, y me sirviò vino y me trató como una reina, y tenía tele, equipo, y dvd, y era todo de lujo (la comida, la música, el vino, el tenedor), excepto el lugar horrendo y depresivo donde él vivía, rodeado de posters y fotografias de la cultura de izquierda chilena (Víctor, Violeta, Gladys, y un largo etcétera de comunistas, banderas rojas, el Che, bueno, se entiende, ¿no? )
me quedé pensando, inevitablemente, en ambos, al salir hacia el mundo "normal" en el que vivo, me acordé de Nadie y su constante incitación a que yo ponga personajes más reales, más de verdad, como éstos, y no sólo tipejos exitosos y triunfadores (socialmente y de estatus económico), su constante irritación porque todos son hijos de profesor universitario, y no les costó supuestamente nada ganarse el puesto en la vida que llevan (hum, no sé, a la Becca le costó mucha angustia decidirse por ser sólo escritora y nada más que escritora).
pero es válido pensar, no, porqué Raúl viviendo en ese sucucho a todas vistas miserable (para mi mirada burguesa-hamburguesa) es igual de feliz y libre, que por ejemplo, el Alek, la Becca, o Gastón. es verdad, que Raúl y Adriano de alguna forma eligen vivir fuera del sistema, pero hacen todo lo posible para ser muy felices en ese vivir en el margen. quizá porque sus vidas están acompañadas de la total y mareadora sensación de libertad absoluta, la fidelidad para con ellos mismos y sus valores (Raúl prefirió que El partido lo expulsara por mantener la opción del voto nulo frente a Bachelet y Piñera, y años atrás enfrentó la cárcel por sacar ciertos libros en la dictadura, por ejemplo). no hay transa, no hay la más mínima transa. no les molesta vivir así, porque saben que no podrían vivir de otro modo más cómodo pero más falso.

jueves, marzo 23, 2006

escribo cartas

escribo cartas como enajenada, cartas que salen volando como palomas hacia sus destinos. escribo cartas y me doy cuenta que me hace feliz escribir cartas.
le escribo a Nadie en el reverso de las fotocopias del capítulo de Delibes del libro Cuando llegan las musas que definitivamente recomiendo no leer cuando uno de verdad se cree escritor, y al mismo tiempo recomiendo encarecidamente leer en el mismo caso de creerse escritor. porque a mí, al menos me dio aliento pero me hizo llorar, y mucho, en especial cuando sentía que me reflejaba en la experiencia de otros autores.
al Nadie le escribo, como sin querer, y aún así no le alcanzo a decir todo lo que me está pasando.
le escribo a la Claudia, mi mejor amiga de la infancia, mi amiga-hermana, la mitad de mi alma, mi pequeña, mi siempre amada Claudia. cuando termino de escribirle, me doy cuenta que ni siquiera he nombrado nada de mi último amante, y le pongo a la rápida un inserto para que se entere (Chucha, se me olvidaba, terminé con el Gustavo...), que más encima se me queda en casa, y a las finales le escribo aún más resumido el final de la historia, y me aplaudo a mí misma, porque de verdad no es actitud fingida, es la pura verdad de mi sentir, osea, de verdad no recuerdo al personaje, ni le doy importancia a la historia de él en mi vida, y de hecho, sólo se lo cuento porque ella quedó metida con la historia, la pobre, que me quiere tanto, y que siempre se alegra de que alguno me quiera.
y le escribo a Julius, esa carta. me costó años escribir esa carta, creo. me costó años, y no digo desde hace poco, sino que me costó, a ver... unos doce años. Julius entiende, si es que la carta llegó y si es que está leyendo este blog. Julius es, de hecho, aparte de mí, el otro personaje no ficticio que va en Becca, la novela que es casi mi único motivo en estos días espantosos. Julius entiende, él siempre entiende. pero no deja de emocionarme saberme eventualmente leída por él en este momento. escribir, sabiendo que Julius me lee, es algo que me acompaña desde hace mucho. de hecho, entérense todos aquellos que me conocen: Julius es mi primer lector, mi primer fan, mi primer apoyo en esto que algunos conocen de hace poco.
de hecho, entérense: sin Julius, yo habría estado perdida irremediablemente. Julius fue quien dijo, quien me sentenció, de manera certera: escribe.
y Julius sabe. él es experto en mí, y yo recién me vengo enterando, o sea, lo sabíamos, ambos, desde hace mucho, pero por extarñas razones, son embolinamos, y me perdí un poco, un poquillo del camino.
la carta para Julius, sin duda, fue lo más difícil que he hecho en mi vida.
más difícil que mi novela, incluso.

viernes, marzo 10, 2006

mi hermana, mi sobrina, yo

Cuando éramos chicas, digamos más o menos, de la edad que ahora tiene mi sobrina (catorce), mi hermana y yo nos cagábamos de la risa del mundo y sus leyes lógicas. Era un juego en el que le asignábamos vida a cada cosa que veíamos en la casa. Fue por esa época en que terminé por convencerme que los vasos no se caían y rompían: se suicidaban. Una vez acababa de romperse uno, y mi madre entró a la cocina a retarnos (mi hermana estaba acomodando loza en una repisa alta cuando el suicida aprovechó de saltar). Ella, mi hermana, no tuvo ningún empacho en declararle a mi madre:
- Mamá, es obvio que el vaso se suicidó.
Mi madre, pobre de ella, no sólo me tenía a mí de hija, sino también a mis hermanos, ninguno muy normal, todos enfermos de creativos, suspiró resignada retirándose de la cocina, mientras yo secundaba a mi hermana diciendo:
- Hace días que se le veía muy deprimido, al vaso.

Para qué decir de los cepillos de dientes. Mi hermana fue la primera en notarlo: entre ellos, conversan a hurtadillas cuando nadie los está mirando. Es verdad, fíjense cuando entren al baño, cómo disimulan, y hacen que miran para otro lado. A veces se enojan entre ellos, y no están disimulando, es que no se hablan hace días. Cuando no, se enamoran, y pasan el día besándose y acariándose. Era tristísimo ver cuando uno era desechado en el bote de la basura, frente a sus compañeros, y era reesmplazado por uno nuevo, por lo general altanero y poco conversador.
Mi hermana creció y casi nunca más jugó conmigo esos juegos. Ahora los juego con su hija, mi sobrina, y para peor (o para mejor) lo hacemos muchas veces íntegramente en inglés. Mi sobrina sabe jugar muy bien el juego del absurdo en serio. Hay todo un tema con el piso, poor thing, que está enamorado del cuadro de su repisa que inexplicablemente siempre se cae y termina besándolo (besando al piso, se entiende). Pobre piso, tan pisoteado.
Sospecho que mi sobrina no va a perder esta forma de creatividad, sospecho que ella va a escoger alguna forma de arte como camino vocacional, lo espero de todo corazòn, porque ella dibuja con verdadero talento, y podría también ser actriz, o diseñadora de modas porque lo que se pone encima cuando se pone a hacer desfiles de modas, suele ser muy la moda del futuro o quizá del presente en Milano o New York. Capaz que termine siendo escritora también, y si lo es, con mis libros ya publicados, mi sobrina tenga un poco más de facilidad en este camino. Claro que para eso debe de leer un poco más, leer con pasión y sin vergüenza.
Con mi sobrina la paso realmente muy bien, asumiendo que es muy chica aún y yo no pienso madurar en ciertos aspectos lúdicos de mi existir, porque ser señora de treinta y cinco en este país es algo muy fome, cansadoramente fome a ratos.
Luego les cuento más cosas de estos juegos, sobre todo de las cucharitas, que son abducidas por extrañas fuerzas en casi todas las casas (supongo que han notado ya que suelen ir desapareciendo misteriosamente). Les dejo, tengo poco tiempo.
(Nadie. No tengas celos del Anto, más bien debiera ser al revés, él debiera de envidiar la capacidad que tienes de poder verme en persona. Yo a ti te adoro, y lo sabes. No hagas pataletas.)
Adeu

domingo, marzo 05, 2006

El Anto señalado


Ya he hablado acá bastante del Antonio, el Anto, mi amigo granadino. A él lo conozco hace un año poco menos. No lo conozco en persona, sólo de chat, de msn y de mails, innumerables mails. Según muchos de mis amigos, la amistad virtual es imposible. Yo no sé. No estoy de acuerdo. Creo que virtualmente sí se puede ser amiga de alguien, siempre y cuando el interés por el contacto esté vivo, tu preocupación por el otro esté presente, en fin, cosas parecidas a la amistad no virtual. Además, últimamente con muchos de mis amigos reales (no-virtuales) el contacto ha sido sólo por mails.
Así que lo único diferente con Antonio es que aún no le he dado un abrazo, no le he despeinado el cabello en un gesto cariñoso, no me ha secado las lágrimas, ni he escuchado su acento andaluz, ni él ha escuchado mi acento “shileno”. Se muere, el pobre, si me escucha, con tal profusión de tacos, lisuras o chuchadas (todo depende de dónde en el mapa del español estemos) que lanzo a cada rato. Hay personas, muchas personas que me conocen y se sorprenden de mi vocabulario procaz, no pueden creer que sea la misma persona que escribe tan “en bonito”, si hablo tan espantoso. No sé porqué me pasa eso. Ni idea, no tengo respuestas. También si quiero, puedo escribir como hablo, plagada de puteadas, chuchadas, y exabruptos que harían enrojecer, sin duda alguna, a mi confesor (yo me confieso, soy católica, hablo en serio, voy a misa todos los domingos, etc.). Pero supongo que no quiero escribir así. Mis personajes, en todo caso, cuando hablan, lo hacen así, como se habla en Chile, intercalando el huevón cada cierto rato (como en España sería el tío, ¿no?).
Con Antonio la relación ha sido muy difícil, muy a ratos incluso exasperante. Un asunto que por respeto a Anto acá no voy a desmenuzar en totalidad, pero que tiene que ver con una cierta tendencia que él tiene a no entender las cosas que le pido deje de hacer. Digamos que las sigue haciendo, a pesar de yo haberle ya dicho que me incomodan, complican o me disgustan. A veces es muy jodido, porque él siempre alega que lo hace de pura buena onda, de puro cariño, que no entiende mi súper enojo, y yo me desgasto explicándole que, por ejemplo, no me gusta que me digan lo que debo de hacer, o que me duele que me pregunte por el PC si ya le expliqué que mi PC jodió hace tiempo, y sin vuelta, o que por favor, por favor, no me siga presionando por más escritos, que me duele el alma, que no tengo PC, que si me prestan uno, el disquete se friega, etc. Un botón de muestra, nada más.
En fin, el Anto, pese a todo es un gran amigo, y mi fan número uno. Me ha leído bastante, no sólo la Becca, sino otros cuentos (por ejemplo, entre chicos), mis escritos, parte de mis cuadernos rojos, los clásicos Búho, tapa dura, que se me acabó el último el nueve de febrero (técnicamente no se me ha acabado, me da pena gastarme esas dos páginas y sentir que ya no tengo dónde escribir a mano, aunque el mundo esté lleno de otros cuadernos, yo quería que ese cuaderno fuese continuado en uno exactamente igual, es un guiño muy personal, lo siento).
El Anto es muy fan, la verdad. Algunas cosas mías le gustan más que otras, pero en general, le gusta mucho cómo yo escribo. Cuando nuestra relación da cuenta de mis escritos, por lo general nos llevamos muy bien, aunque aún siento que él me teme, y no se atreve a criticarme jamás. Parecido a Nadie, pero él, ahora, y muy de a poco, me ha hecho cierta crítica. Bueno, Anto critica que Becca está dispersa, pero yo le alego que aún no ha sido cosida, que le faltan pedazos al patchwork que estoy haciendo. Que, efectivamente, lo que él ha visto, es disperso, pero que según lo que yo pretendo, no será así al final después de todo. Igual a veces me angustio pensando si no seré capaz de superar ese escollo, si podré coser, hilvanar al menos, ese patchwork que lleva ese nombre que sólo él y Nadie saben con exactitud y que a mí me fascina, me atrapa, y me lo imagino, con letras de molde, en las vidrieras de las librerías. Ah, bueno, mi sobrina también lo conoce, y lo encuentra demasiado indecente. Mi sobrina tiene catorce años, por lo que, mejor aún si lo encuentra indecente. Este libro no puede tener un nombre decente, creo yo.
El Anto se ha llevado muchas páginas de mi cuaderno, en demasiadas ocasiones he escrito en mi cuaderno acerca de él, de mi amigo. Muchas veces para desahogarme de la rabia, de la exasperación en la que caigo luego de leer sus mails, o de estar con él en msn. Otras veces simplemente para contar lo que me pasa con él, lo que él opina de mis escritos, de cómo él me aporta a la historia. Anto me ha aportado mucho, muchísimo con sólo leerla, y hacerme preguntas, o decirme por dónde él cree que debe seguir la historia, aunque hasta ahora no he seguido ninguna indicación suya, así exactamente. Le pregunto, por ejemplo, qué hago con Alek, si lo mato o no (no me atrevo a matarlo, creo que me enamoré de Alek).
Parecido a lo que me ha ayudado Nadie. Cuando Nadie empezó a hablar de mis personajes como si estuvieran vivos, sentí que por fin Nadie estaba entendiendo. Que de eso se trata, no de papel, sólo. Están vivos, joder, si soñé con ellos hace poquito. El Antonio, sin embargo, desde un principio los asumió vivos, incluso me preguntó si Antonio y el Cachorro estaban vivos, si acaso yo los conocía en persona…
No sé, no puedo ser como Bayly y escribir sólo de cosas muy parecidas a mi vida, a lo que he vivido, pero escribo de lo que conozco. Escribo de gente inventada, pero muy real, en todo caso a casi todos les pongo en situaciones que conozco en persona, a casi todos les doy cosas de gente muy cercana, sino de mí misma. Pero, en sí, el personaje no existe como carne, no camina por Santiago de Chile, ni paga contribuciones para la Tesorería General de la República…
Sin embargo, no deja de halagarme ese afán inicial de Anto por desentrañar a mis personajes, no tanto porque me ofenda que piense que yo escriba sólo de mi vida, sino porque, justamente, al ser totalmente inventado, si él asume que mi personaje es real, es porque fui capaz de darle mucha vida.
El Anto, en todo caso, es muy real, existe en Granada, la bella, la soñada, la muy anhelada, es medio gitano, sabe leer las líneas de la mano, habla con un acento indiscutido andaluz, está casado, tiene dos hijos adolescentes que por un mes tienen la misma edad, y se llaman Pedro y Pablo, y seguro que deben ser preciosos, porque él es bastante guapo, encuentro yo, al menos así se ve en sus fotos. Y es dulce, tierno, amoroso, absolutamente abierto, abierto como pocos hombres, al mundo de la sensibilidad y del afecto sin pudores, quizá por ser andaluz, o quizá sólo porque él es el Antonio, mi muy querido, mi muy adorado Anto, bonito.
Olé.

miércoles, marzo 01, 2006

soñé con mis personajes, joder

Hace unos días soñé con mis personajes. Estaban hablando acerca de Gastón y Manke, en la cocina de Becca; Rafael, Amanda y la misma Becca. La cocina de Becca es grande, me gustó el protagonismo de ese lugar. En un rincón la lavadora, y en otro el refrigerador, en el centro una mesa de diario, cuadrada, cuatro sillas. Es de noche, pero se nota que de día ese lugar debe tener una bella iluminación, las plantas de afuera deben de dejar pasar la luz necesaria, verde y fresca, al interior, protegido por visillos muy simples, muy blancos. En las paredes, en ele, de lado a lado, estanterías, blanco y gris el color que predomina, más el verde de las plantas de afuera y el de las de adentro.
Becca y Amanda toman cerveza, Rafael un café. Amanda sorprendió a todos con su discurso de respeto por la inclinación homosexual de Gastón. Rafael insistía majaderamente que no es homosexual sino bisexual (de otra forma no se explica su amor por la Gringa). Becca no está de acuerdo con Rafael, dice que puede haber sido fleto toda la vida, que tuvo un pequeño chispazo con la Gringa, y que ahora regresó a lo que nunca jamás debió abandonar. Agrega que de todas formas da lo mismo, que ella encuentra súper valiente lo que está haciendo el Gastón. Rafael le dice que sí cómo no, qué lindo es dejar a la señora para irse con un huevón. Amanda dice que el tema no es si es por otro o por otra, que de todas formas es valiente quien se decide a amar sin dobles lecturas, quien se la juega por el amor y quien no traiciona ni se traiciona. Amanda habla desde su rabia por su relación de años con un hombre casado, quien nunca abandonaba del todo a la mujer, a pesar de llevar una vida con ella, con hijos y todo. Es terrible ser amante, dice. Una siempre se ilusiona con que va a dejar a la mujer, pero eso casi nunca pasa.
Es lindo el sueño, por lo nítido de los personajes, la Becca más morena que lo que me la imagino (morena de piel, no sólo de pelo, grandes ojos, pelo muy corto), pero siempre muy guapa, la Habibi con su pelo ensortijado, muy crespa, a pesar de tener el pelo recogido con una amarra, muy claro. El Rafael se ve más viejo que Becca, a pesar que yo sé que son de la misma edad, quien sabe porqué, de seguro es por su aura de terrible respeto a la norma que siempre trasluce, en todas sus acciones. Es decir, Rafa se ve de la edad que es, pero Becca se ve más joven, quizá por su jovialidad, su aire de inmadurez, de juguetona rebeldía, de irreverencia, que según ella, está obligada a llevar por la vida, ya que se decidió por ser escritora hace ya tanto.
Es lindo soñar con ellos. Mientras, sueño despierta con ciertas movidas editoriales que me resultan. Es lindo soñar con mis personajes, verlos como me los imagino o casi, en especial a Becca, verla a ella, captarle los gestos ampulosos al hablar, la dicción cortante, atropellada, fugaz, pero siempre inteligible. Sobre todo los ojos de ella, tal como siempre me los imagino, grandes, sombreados por grandes pestañas, inteligentes y sensibles. Becca lo dice todo con una mirada, siempre.
Ahí los dejo, pelando al Gastón; Amanda y Becca de parte de Gastón, y Rafael de parte de la moral y las buenas costumbres de la gente bien. Despierto y los siento tan vivos, tanto, que me siento un poco culpable de no haber podido articular nada coherente de la novela en estas últimas semanas, bueno, no totalmente cierto, he escrito algo, por ahí y por acá. Sobre todo la Becca ha seguido escribiendo sus memorias, al fin pone lo de su apellido (porqué firmo S. Wood), y me falta lo que escribí en el feudo de mi hermana, aquello de cómo es que Becca y Alek no se conocieron en la U, siendo que Rafa y Alek eran amigos. Ambas partes muy relacionadas, porque ahí la Becca es nombrada más que nada por el apellido, al igual que Arestizával, el Truhán, Alek (pronúnciese Álek).
En fin, aquellos que me leen, y me conocen, y aún no hayan leído lo que va de la novela, es decir, los menos, porque Nadie de Chile, y Anto de España, al menos, me hablan de estos personajes con tanta familiaridad como yo los sueño, pueden pedirme cuando quieran un adelanto (si es que ya no les he dejado algo de Becca en sus propios PCs). Según Nadie, por ejemplo, la mariquita es Manke, el Gastón es el hombre ahí, una forma eufemística de decir que el Manke es maricón pasivo y Gastón maricón activo, pero no estoy tan de acuerdo, y de todas formas, me da pudor meterme entre sus sábanas para enterarme de quién la mete y a quién se la meten.
Antonio me habla del Gastón y de Rafa con una ternura tremenda, le sorprende horrores la amistad tan grande que hay entre ellos y Becca, y aspira a que nosotros tengamos un lazo parecido. Puede ser, Anto, he soportado tanta rabia contigo a veces y jamás pongo en duda nuestra amistad. Anto también ha sido un tiempo el que más ha insistido en mi parecido con la Becca, es decir, mi forma de ser, mi visión del mundo y de los minutos, todo eso. En un mail incluso se atreve a decir, “la Becca, que no es otra que tú misma, ¿no?”, lo que me llevó a responderle con una larga lista de cosas en las que la Becca y yo no sólo no nos parecemos, sino que somos muy opuestas. Partiendo por lo más central de la novela, que en realidad jamás me podría ni lejanamente pasar a mí. No como le pasa a Becca, jamás. De hecho, me he dado cuenta que si algún tipo de hombre me atrae, y mucho, es el de por lo menos unos diez años más que yo. Bueno, mi último intento por estar con un hombre fue con un señor de casi cincuenta años. Yo tengo treinta y cinco, no sé si lo he dicho (lo pongo por respeto a los pocos y eventuales desconocidos que pudiesen en una de esas, leer este blog de acceso restringido).
Pero sí, Anto, igual me parezco mucho a ella, sólo que no soy ella. Le presto cualquier cantidad de ropa, por decir en chileno. Hay mucho de mí en Becca, pero yo no soy la Becca.
Termino de leer a Jaime Bayly, el huracán lleva tu nombre, y no deja de sorprenderme la rudeza de la descripción que hace de sí mismo en el libro. Eso, asumiendo como se dice tanto por acá y por allá, que el libro sea autobiográfico. De todas formas, sigue siendo Gabriel Barrios y no Jaime Bayly al que le pasan todas esas cosas. Como sea, se le parece mucho al personaje que él representa en la televisión, y al que entrevistan de vez en cuando las revistas como Caras o Cosas (nunca las he podido distinguir). En todo caso, hay partes en las que simplemente me cago de risa, me parto de risa, me río con una desenvoltura y ternura como hace tanto no me reía, por ejemplo la parte de la luna de miel dedicada a depilarle el poto, que agradezco tanto, tanto, que no haya puesto trasero o culo, o traste. Poto como yo desde chica he dicho y sentido cada vez que siento esa parte de mi cuerpo. Me dio gusto, porque lo publicaron en Planeta, y espero lo hayan publicado tal cual para los españoles, sin poner culo, sino poto, que acá tenemos poto y nos empotamos cuando nos engachamos sexualmente con alguien (anota, Anto). Me encanta el lenguaje de Bayly, aunque, insisto, no hay mucho mérito porque continúa siendo peruano, y los peruanos, se sabe, hablan en bonito casi siempre, como tampoco tiene tanto mérito en eso García Márquez, porque, también se sabe, los colombianos también hablan en bonito casi siempre. Me meto al chilean chat de nuevo y un brasilero en Chile me dice que hablo como si hubiese vivido en el extranjero, que mi lenguaje es por sobre la media del chileno, y yo le digo que gracias (porque el chileno medio habla como el culo), que no he salido del país jamás, pero que suelo viajar por el lenguaje, ya sea con amigos virtuales, o como en este caso de Bayly, leyendo novelas.