domingo, octubre 22, 2006

Los negacionistas, el porno, Antonio y mi oscuro animal hambriento.

Nunca he sabido muy bien cuál es el límite entre un relato erótico y uno porno. En las páginas de internet que me salieron al poner “relatos eróticos” la mayoría estaban en una página donde se mostraban imágenes explícitamente sexuales, se anunciaban video-porno-chats con distintas señoritas, en fin, una vez más el triunfo de lo triple equis en la net. Encontré sólo una página en la que los relatos eróticos correspondían a una de tantas categorías a leer en línea, y en que el tema era simplemente la narrativa en general y en particular. Había otras páginas que eran exclusivamente de relatos eróticos, sólo letras y nada más y esas eran un poco un remanso, un oasis, dentro de tanta imagen cachonda que de tanto verlas, no sé, como que aburre.

Hace algún tiempo entré en el mundo de los negacionistas, a través justamente del mundo blogger. La cosa sucedió así: entré a mi blog, o revisaba el blog en conjunto, qué sé yo, y apreté el botoncito, el dichoso botoncito de next blog, y así, como cada tanto, comencé el viaje que nunca se sabe en qué va a terminar, ustedes ya saben, al menos, ya lo he dicho acá, lo extraño, retorcido y diverso que puede resultar el mundo de los que lo dicen todo a través de un blog.
Encontré un blog muy fome (es decir, aburrido) pero en que decía que el dueño del blog era editor de una revista literaria on line. Pinché el bendito link y empecé a leer. Me encontré con un cuento que me gustó algo más que un algo. Lo firmaba un tal Julián Molina, y salía un e-mail a su nombre. Le escribí, y me contestó. Eso ya era la gloria para mí, que me contesten los mails que mando a nombre de yo-su-humilde-lectora es algo que me pone muy contenta. O digámoslo de otra manera: nada me enoja más que alguien no me conteste un mail que yo le haya escrito para comentarle que le he leído. Bueno, el señor en cuestión vive en Bogotá, no se llamaba tal, y dijo ser poeta y no sólo poeta sino además dijo ser poeta negacionista. Dijo que los negacionistas son cuatro en total, todos bogotanos. En este minuto no tengo acceso a net, pero podría asegurar que esto lleva más de un mes, sí de hecho, lo lleva, porque recuerdo perfectamente que empezó una semana o poco más, antes de mi cumpleaños. Yo cumplo el 16 de septiembre, por si alguien se le ocurre mandarme un notebook para el próximo año. Bueno, también se aceptan especies o especias. Ya, y libros, sobretodo de Paul Auster. O, por último, dinero.

Bueno, los negacionistas... no me pidan que explique lo que es el Negacionismo porque es una trampa, una martingala, una paradoja imposible el sólo hecho de intentar plantear siquiera una definición o explicación de lo que es. Es como explicar el silencio en palabras, en cuanto lo intentas, lo rompes. De alguna manera, es un poco como los peces del abismo, esa metáfora mía, la del escondondrapio o profundoscopio. En cuanto tocan la superficie, los peces del abismo ya no son lo que eran y no tiene sentido buscar en ellos, los-peces-del-abismo-en-la-superficie la gracia y monstruosa belleza traslúcida que era lo que tanto nos atraía cuando era abisal su existencia.

Bueno ¿pero qué tienen que ver los negacionistas con esto de lo erótico o porno? Se preguntarán ustedes, supongo. El caso es el cuentito en cuestión del mi amigo negacionista (el mismo que me imaginaba con polera café y ahora visualizo con pelo muy largo y cara de simpático, de hermano menor o primo cercano, porque ya me envió unas fotos e increíblemente las pude ver, con lo tonta que soy para lo multimedia). Y otros cuentos o relatos, no sólo de él, mi amigo negacionista, si no de los otros negacionistas. El tenor de varios de estos relatos es lo erótico o, hum, no sé, porno.

Y ahí empiezo a machacarme con lo de la línea que separa lo erótico de lo porno. No sé. Me cuesta mucho la división entre una cosa y la otra. Supongo que lo porno es mucho más visual en sus descripciones, como discutíamos brevemente con el Anto, a propósito de la lectura de un relato hot recientemente escrito por mí en un ejercicio por explorar aquello. Sí, puede ser. Lo erótico suele estar más plagado de imágenes, de sensaciones, de significados asociados. Lo porno es más se lo metí, me lo comió, me pidió más, etc. Lo erótico es más como los diálogos con mi animalito lascivo y perverso. En fin, pero igual es difícil a veces la línea. Yo, para cierto cuento (cuento, que, ha de decirse, a mí me gusta mucho, y le tengo un afecto especial, enorme, a estas alturas ya, lo que me imposibilita su disección crítica) evité activamente nombrar los genitales, el sexo. Inevitablemente no pude evitar nombrar ciertas acciones pero siempre lo hice desde una metáfora, eufemismo si se quiere, o quizá una manera más amable de nombrar las cosas.

Luego de leer varios de los de este “hatajo” bogotano, me empezó a rondar la idea de escribir ese cuentito que comenté con mi amigo el Anto en las escasas veces en que nos pillamos en línea y no discutimos ni nos agarramos del moño.

Además, está el pequeño detalle que hoy es el cumpleaños de Migue, el marido de la Pom, gracias al cual, entre otras cosas, estoy escribiendo ahora en mi casa (el PC). Y resulta que él siempre queda con hambre de leerme, no le gusta el tono tan velado de mi erotismo. Quiere algo más duro, más de frentón porno, parece. Bueno, mezclando todo eso en la coctelera, salió el cuentito hot aquel, que, obvio, no está perfecto, aún, pero me parece que se va de regalo para el Migue. Digamos que lo escribí de un tirón, respetando las reglas de ese tipo de relatos, o sea, siendo bien visual, un poco misógina o más bien misógino (el narrador es un hombre y como últimamente me junto o me escribo con tanto misógino...), eso.

El tema es que me quedó gustando hacerlo, quizá escriba un par más, para el pobre Anto. Lo de pobre es un guiño, la verdad. Ayer, en línea, hablamos un poco más de lo mismo, el hambre eterna (¿está bien dicha el hambre eterna? Si es “el” hambre, debiera ser eterno, pero suena espantoso el hambre eterno, o la hambre eterna) que nos consume de a ratos. Pienso en mi animalito, el que me habita en mi centro húmedo y a ratos ocupa todo mi cuerpo. Pienso en cómo éste puede estar adormecido por largo rato y de pronto imagino que lo que le pasa al Anto tiene que ver con despertar ese animalito en ella. O, no sé, quizá haya mujeres que no tengan ese animalito, no más, pero lo dudo. Es tan raro eso, en verdad, al menos acá en Chile, cómo las mujeres se hacen dueñas de su deseo y de su placer. Hay siglos de colonialismo infiltrados hasta la médula. Y hay como una moda en hablar de la liberación de las mujeres en ese aspecto, que yo siento profundamente falsa. Es raro, el sexo lo ocupa todo en los avisos comerciales, es el principal gancho para vender desde autos hasta cerveza (tal cual la canción de Los prisioneros: el mejor gancho comercial), abunda en la red, en fin, todo refiere al sexo, por allá y por acá surgen gurús y libros que lo explican y diseccionan. Y sin embargo, y quizá por lo mismo, hay una tremenda insatisfacción sexual latente en todas partes. Quizá se le pida demasiado al sexo, quizá se lo viva desde otros lados, desde la exigencia de corresponder a un modelo o algo por ahí. Yo creo que es esto último, y creo también en la desnaturalización del sexo como algo simple, natural, en definitiva bastante animal. Un trámite entre dos que quieren lo mismo: placer. El resto es enredarse, pelearse con lo que se es, buscarle la quinta pata al gato, pedir o exigir demasiado.

Ufff otro día sigo con esta paja. Literalmente. Y feliz cumple a Migue, aunque no me lea.

No hay comentarios: