martes, junio 20, 2006

A ver.

De partida, le he dado mi blog a la que otea desde un cerro prominente el valle, desde su apellido, ella mira el valle. Así que, bienvenida, amiga. Es raro darle mi blog a mis amigos antiguos que nada tienen que ver con la literatura, aunque cada vez me convenzo más y más que eso es falso, porque todo en mí a veces es literatura, en especial mi vida.

De pronto ciertos pasajes de mi vida me parecen un pedazo de novela o de película (el hecho de haberlos vivido de manera tan visual, me los pone al mismo tiempo en el plano audiovisual y en el literario), por sobre todo, mi relación con ciertos hombres. Por ejemplo, la vez que estuve con mi ex amante en su departamento, elevándonos a las cumbres más exquisitas del daño entre dos que se pueden imaginar, yo con tanto en el alma y él con todas las palabras atascadas, aunque claro, luego se le soltaron, al menos, de digitarlas y mandarlas a mi celular, en verdad no eran muchas, más bien era una palabra: la palabra más difícil de pronunciar para algunos y para otros la más dicha “perdón”. No una, sino tres veces, la escribió: “perdón, perdón y perdón”. Eso algo me equilibró. Es raro, esa historia, pese a todo, fue algo que yo llevaría a la literatura o al cine (o ambas).

Otras partes de mi vida que rondan mi cabeza, ya casi al nivel de mito, son ciertos encuentros con mi amigo, el de peñalolén, Casanueva en euskera, antiguamente llamado Nadie, ahora Casanueva, o Etxe, como queráis. Etxe y yo tenemos ciertos pasajes sublimes de interacción, de diálogo, de suspicacia con el lenguaje. En cierne, entre nos, una conversación eterna, enorme. Bizarra[1], gritando por Santiago-es-Chile, en pleno verano apestoso, que todos somos frágiles, que todos nos morimos, en la cara de un viejito que tuvo la mala cueva de cruzársenos, o los análisis del Etxe, los terribles y desnudadores análisis del Etxe de lo que yo hago inocente y él cree lleno de intención.

Etxe, ni idea porqué, siempre me dice que yo manejo las cosas con conocimiento y no es cierto. La espontaneidad de mis movimientos le provocan suspicacia, pero bueno, Etxe seguro que a veces ha de tener razón, pero muy pocas veces. En general escribo y vivo alejada de la intención de lograr cosas, aparte quizá de la noble intención de escribir para vivir (que no es lo mismo, si se fijan, que escribir para no morir, disquisiciones semánticas aparte), y de la tierna y espantosamente abierta necesidad de ser querida. Pero en eso no soy como otros, simplemente quiero ser feliz, y punto. Porque si escribo para vivir (y vivo para escribir) yo soy feliz. Y si me quieren, si logro que me quieran, también. Muchos me quieren, menos mal, hay muchos que me quieren, lo he notado. Amigos, amigas, incluso, por ahí alguno que otro hombre, algo como que me quieren, pero los que más me quieren son mis amigos. Los hombres y sus amores, me resultan esquivos en esta época, quizá porque soy demasiado bizarra como diría el prosaico[2] de peñalolén y eso asusta, siempre. asusta mi incapacidad para calcular la entrega, incluso para camuflar mis intenciones, la total convicción que el rechazo no es lo terrible sino que lo terrible es no saber jugar las cartas del amor, y la única forma de jugarlas es con el otro enterado de mi mano, y yo, ojalá, enterada de la mano del otro.

Al fin y al cabo, no es tan complicado el juego del amor, si hablas de más puedes dañar, pero por lo general el daño viene del callarse, del aguantar la mano aunque las cartas eran buenas, del reconcentrarse en uno y no en el juego, que el amor es juego y punto, y se juega, si se quiere, y de ahí en adelante, todo puede pasar, como en los juegos verdaderos.

En fin, lamento usar el blog para hablar de mí, pero entre otras cosas, lo abrí para eso. Cualquier reclamo, pues, déjenme un comentario. La novela va lenta, pero ya está armada, y se le están escribiendo los capítulos nexus que yo llamo, aunque no tiene nada que ver con el súper cachero del Miller (grande Miller) y sus nexus, plexus, sexus.
Es nexus porque es nexo, es lo que conecta lo que estaba suelto de alguna forma, y ha resultado bastante delicioso el ejercicio de escribirlos, porque es sentarse frente al PC y digitar y casi sucede que se escriben solos, en un ataque de palabras, empiezo y no paro sino hasta que llevo por lo menos siete páginas, en un suspiro. Claro, otra cosa es luego revisarlo, leerlo, agregar aún más, pero el vómito, la eyaculada, me sale así, de manera fluida, incesante, impulsiva y sin mucho análisis, como me encanta escribir.

Intentaré leer a la Jelineck, pero creo que antes, me tiro con Potter, el último. La Jelineck me resultó imposible de leer en un comienzo, yo creo que por méritos propios (no entiendo el afán de escribir en difícil por el hecho de que nadie entienda un carajo) pero también por lo interferida que estuvo mi mente unas varias semanas. Bueno, la Jelineck ha vuelto a mí, y la he de leer para devolverla a quien en teoría me la regaló. Lo de Potter, me da lo mismo, Potter es una lectura por el gusto de leer, de distraerme, de regocijarme en su mágico mundo que es cada vez más inquietante, más oscuro y más heroico. Al menos, el Eo es potteriano, como yo, se dice Eo-muggle y yo insisto que en verdad es un squib lo que en verdad lo emputece, pero, pobrecito, para qué se enoja por algo tan poco. En una de esas, logro conseguirme el Potter seis, y quedo lista, con toda la saga leída, aunque dispareja (el primero y el cuarto son los más leídos, el quinto lo leí en un récord de tiempo, apurada quien sabe por qué mecanismo tonto...). por supuesto, acá a la Rowling no la criticaré, es mi afición personal, y me da el coco para darme cuenta que literatura seria no es, y probablemente no lo sea nunca, tiene sobre sí la etiqueta “best seller” y eso siempre le hace daño al libro, sobre todo si luego, vienen otros seis más. nada, la Rowling se ha hecho millonaria, no sé si en buena o en mala lid, pero gracias a una historia por sobre todo, entretenida, y no hay mucho más que decir.
La Jelineck, en cambio, se llevó nada menos que el Nobel, y por eso la he de leer, aunque no le logre entender el afán por desarticular el lenguaje, descoyuntarlo, dejarlo sin hueso. Supongo que ése ha de ser su mérito, pues. Sólo lo supongo, porque, en serio, hasta donde llevaba de leído, no caía aún en éxtasis ni en esa sensación que tan bien describe Bolaño en 2666 cuando los archiboldianos leyeron a Archiboldi y el mundo se detuvo, el color de las cosas cambió o algo como eso, grandilocuente el chileno, el grande, incomparable Bolaño, exagerado como italiano en celo, comentarista de fútbol argentino cuando la albiceleste juega lindo, o simplemente como latinoamericano entusiasta, no más. no, la verdad, no me pasó nada de eso, aún con la Jelineck, y probablemente no me suceda, no más, pero, al menos, algo de mérito le encontré, porque he decidido leerla con calma, con cierta necesidad estética, por último para conversar de ella con Etxe, y escribir de ella en el blog, en la próxima entrada.

Un aviso internacional: yo tuve una vez un amigo en Granada, su silencio y ausencia me complican, si alguien sabe de él, que me avise, por favor, porque le extraño en demasía.

Agur.

[1] Recomiendo buscar el significado de bizarro, una gran revelación de mi amigo Etxe, porque en general el uso que se le da (incluso en el título de un libro-guía de Santiago-es-Chile) es absolutamente incorrecto, pues es usado como galicismo, y no como palabra castellana, que existe. Búsquenlo, hagan caso del Etxe, ex Nadie.
[2] Ídem, buscar en diccionario decente. Prosaico se asume sólo en su concepción vulgar, no en la dulce concepción literaria.

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