miércoles, mayo 24, 2006

no estaba muerta, ni menos de parranda

no. no estaba muerta, ni menos de parranda. andaba de duelo, digamos, digamos que me peleé con el concepto de amigo y hacerlo me provocó una herida punzante. digamos que hice una raya en el suelo y dije: mis amigos, los que me saben escritora, de este lado de la raya; el resto, a la mierda.
digamos que estuve muchos días llorando, muchos días sin poder dormir ni casi comer de la mucha pena, de la mucha angustia.

digamos que no pude escribir casi nada de Becca en esos días, pero escribí como mala de la cabeza acerca de lo que me estaba pasando, a muchos amigos y a otros, compañeros de camino. le mandé cartas o mails a Eo, a Giorgio, al Reidenegras, a Antonio. me puse a escribir acerca del daño, acerca del dolor. de mi daño, de mi dolor.
al Nadie no le escribí un carajo porque el Nadie me vino a ver en esos días y aguantó que le mojara la ropa con mis lágrimas, que mi hijo lo molestara sin ningún respeto, aguantó mis lágrimas, el Nadie, que me saltaban sin casi yo querer.

además, al Nadie no le escribo ninguna de estas cosas, porque le tengo mala porque escribe mejor que yo. no, es mentira. no le tengo mala. pero sigue escribiendo mejor que yo, eso sí. (sólo que yo escribo más, ja, ja, ja. y con disciplina, ja, ja, ja).

con el Nadie, además hablamos de esta cosa rara de tener amigos virtuales, amigos a los que veo nunca pero que siento amigos, y el cómo lo vamos a hacer si de pronto, me muero. le hablé de mi testamento que pienso dejar guardado, que no va a consistir en nada más ni nada menos que una larga lista de direcciones de correo a los que habrá que avisarle que la escritora se murió.

de pronto me urgí de lo mismo para con ellos... ¿cómo saber, entonces si de pronto alguno se me muere, en la lejanía del contacto virtual?
quién sabe, a veces no encuentro nunca más en el msn a mis amigos de hace un tiempo, y me paso la película de que están muertos, o que cayeron en una selva tropical y olvidaron sus nombres.

bueno, el Nadie ha de ser el albacea de mi testamento, creo. a él le dejaré las expresas instrucciones de qué hacer con lo mío, me refiero a lo mío por lo que he escrito en estos años duros, a quién los derechos de autor, a quién las ganancias, etc.
Nadie consideró que mi charla era en extremo macabra, y no lo soportó más. a mí me interesó sobremanera saber qué es lo que él quiere que hagan con su cuerpo, en caso de morirse luego, antes de que esa voluntad la cumpla una mujer maravillosa que lo escoja como compañero del resto de su vida. trataré de cumplir ese deseo, pero lo dudo, seguro su familia no me va a pescar, aunque les explique que su nombre en euskera significa Casa Nueva, y que a esa nueva casa, el Nadie ha de llegar humilde, mínimo, calladito como suele ser el de peñalolén.

en fin, esta vez no estaba muerta, estaba de duelo no más. ya saben, si me muero, el Nadie les ha de avisar.

bueno, ahora he retomado furiosa la novela, y de pronto tuve un chispazo genial. de pronto me di cuenta que el orden no tiene que ser ordenado mucho, que quizá Cortázar no estaba tan pelado de cables después de todo con sus modelos para armar. escribo mi novela a ritmo feroz, luego de perder dos semanas casi en sólo llorar y curarme mis heridas. por lo demás, es curioso, el episodio infame con el concepto amigo me infundió aún más ganas de escribir ahora. como que tengo muchas ganas de taparle la boca a algunos.

sueño con la portada de mi libro. por lo general, es lo último que veo antes de dormirme, además. la portada de mi libro, amigos y compañeros de camino. esa imagen es la única que tengo, apretada a mi pecho, esa imagen es mi escudo, mi estrella, mi faro. cada vez, por otra parte, la veo más nítida. cada vez le veo más detalles. cada vez el título queda en la retina invitando a comprarla y leerla.

cada vez es más nítida. cada vez, está más cerca. falta poco, paciencia.

y gracias, muchas gracias a los que están de éste lado de la raya.


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