lunes, marzo 27, 2006

Adriano y Raúl, segunda parte

no sé. son personajes muy reales, pero no sé si pudiera escribir de ellos como yo escribo, me refiero a mis ficciones, mi narrativa. creo que eso ya lo hizo de manera notable Manuel Rojas, grande entre los grandes (el capítulo de la sarna, el ácaro maldito... uf, quien haya tenido sarna, lo puede comprender). Manuel Rojas es insuperable, creo yo. Aún vigente, eterno, siempre certero en el lenguaje y las metáforas, siempre fino y a la vez marginal. justamente ayer el artes y letras del Merculo lo trata en un artículo escrito por un amigo escritor suyo, que lamentablemente no me suena para nada. cada vez que alguien me habla de Manuel Rojas, yo me dedico a escucharlo, y si es que lo escriben, pues lo leo. en El show de los libros, trataron su novela Hijo de ladrón y ese capítulo me lo he devorado como tres veces, con Mauricio Redolés en la plaza brasil (mi plaza) hablando de él, de Manuel Rojas, en un guiño de marginalidad y cultura guachaca muy simpático.

pero esto de Adriano y de Raúl, hum, no sé... me vienen a la mente más que nada por mi vida, que no es marginal en el sentido físico, vivo relativamente bien, tengo casa, comida, etc., pero de alguna manera vivo igual en el borde de la sociedad. me pongo a pensar, si soy exitosa con Becca quizá deje de ser marginal, porque me voy a ganar la vida haciendo lo único que hago decentemente y con ganas (hago otras cosas decentemente, dicen, pero sin ganas;también hay cosas que hago muy decentemente, pero no puedo cobrar por hacerlas, porque sería puta, ja ja ja).

pero de pronto, también pienso que si soy exitosa con Becca, seguiré siendo marginal, un poco. porque a las finales hago casi todo a mi manera y no como el mundo dice que hay que hacerlo (nunca demandé ni demandaré al padre de mi hijo por pensión alimenticia, como dicen mis amigas debo hacer; puse a mi hijo en un colegio municipal, voy al consultorio a que me atiendan al crío; jamás me compraré un auto y menos que menos aprenderé a manejar... y un largo etcétera).

quizá por eso el Adriano enganchó tan bonito conmigo y me hizo sentir que a las finales, era él el que me hacía el favor de escucharme y darme ánimos, porque todo lo que me dijo lo dijo desde la absoluta libertad en la que él vive, o sea, lo dijo de gratis, lo dijo porque sí, porque él no gasta las palabras en adulaciones que no corresponden.

con Raúl la cosa fue mucho más horizontal de un principio, la conversación en su puesto de libros se prolongó como toda buena conversación de libros que se respete, es decir muchísimo más de lo permitido en mi agenda (tenía que hacer ese día), en fin, pero la cosa explotó en mi cara cuando me llevó a su casa, y entré a ese lugar que sólo podría describir bien el gran Manuel Rojas, o quizá con suerte el pequeño Nadie (yo no lo considero pequeño, pero al lado de Manuel Rojas cualquiera es pequeño). Nadie me ha mostrado fragmentos de algo como una novela, donde en efecto el personaje vive en piezas infectas y oscuras, pero en cités, no en estos edificios hermosos y que se están cayendo a pedazos, a diez minutos a pie de la Moneda. el tema es que Raúl considera su pieza muy bien, un pedazo de su libertad de comunista hippie que igual es responsable porque vive de su oficio de librero, y de su imprenta o editorial. osea, prefiere vivir ahí, que supongo debe salir muy barato, que en una casa o departamento un poco más caro, pero más alejado del centro y su libertad.

un personaje totalmente citadino, Raúl. completamente metido en la cultura de la izquierda, de hecho, parte de ella, al ser el fotógrafo y artista de muchos afiches y Cds del mundo izquierdoso. un contacto con lo que es ser comunista en serio, anti-burgués total.

yo no soy así, pero suelo jugar a eso, a veces. de hecho mi mayor placer en Santiago-es-Chile consiste en vagar por las calles céntricas o de barrios bellos, como el barrio brasil, mi favorito, o la pasada por fuera de 18, mirando el café Torres, soñando con poder entrar alguna vez ahí y conversar en paz de esto que no me deja en paz, que no es otra cosa que la novela, la exigente novela de Becca.

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