miércoles, marzo 01, 2006

soñé con mis personajes, joder

Hace unos días soñé con mis personajes. Estaban hablando acerca de Gastón y Manke, en la cocina de Becca; Rafael, Amanda y la misma Becca. La cocina de Becca es grande, me gustó el protagonismo de ese lugar. En un rincón la lavadora, y en otro el refrigerador, en el centro una mesa de diario, cuadrada, cuatro sillas. Es de noche, pero se nota que de día ese lugar debe tener una bella iluminación, las plantas de afuera deben de dejar pasar la luz necesaria, verde y fresca, al interior, protegido por visillos muy simples, muy blancos. En las paredes, en ele, de lado a lado, estanterías, blanco y gris el color que predomina, más el verde de las plantas de afuera y el de las de adentro.
Becca y Amanda toman cerveza, Rafael un café. Amanda sorprendió a todos con su discurso de respeto por la inclinación homosexual de Gastón. Rafael insistía majaderamente que no es homosexual sino bisexual (de otra forma no se explica su amor por la Gringa). Becca no está de acuerdo con Rafael, dice que puede haber sido fleto toda la vida, que tuvo un pequeño chispazo con la Gringa, y que ahora regresó a lo que nunca jamás debió abandonar. Agrega que de todas formas da lo mismo, que ella encuentra súper valiente lo que está haciendo el Gastón. Rafael le dice que sí cómo no, qué lindo es dejar a la señora para irse con un huevón. Amanda dice que el tema no es si es por otro o por otra, que de todas formas es valiente quien se decide a amar sin dobles lecturas, quien se la juega por el amor y quien no traiciona ni se traiciona. Amanda habla desde su rabia por su relación de años con un hombre casado, quien nunca abandonaba del todo a la mujer, a pesar de llevar una vida con ella, con hijos y todo. Es terrible ser amante, dice. Una siempre se ilusiona con que va a dejar a la mujer, pero eso casi nunca pasa.
Es lindo el sueño, por lo nítido de los personajes, la Becca más morena que lo que me la imagino (morena de piel, no sólo de pelo, grandes ojos, pelo muy corto), pero siempre muy guapa, la Habibi con su pelo ensortijado, muy crespa, a pesar de tener el pelo recogido con una amarra, muy claro. El Rafael se ve más viejo que Becca, a pesar que yo sé que son de la misma edad, quien sabe porqué, de seguro es por su aura de terrible respeto a la norma que siempre trasluce, en todas sus acciones. Es decir, Rafa se ve de la edad que es, pero Becca se ve más joven, quizá por su jovialidad, su aire de inmadurez, de juguetona rebeldía, de irreverencia, que según ella, está obligada a llevar por la vida, ya que se decidió por ser escritora hace ya tanto.
Es lindo soñar con ellos. Mientras, sueño despierta con ciertas movidas editoriales que me resultan. Es lindo soñar con mis personajes, verlos como me los imagino o casi, en especial a Becca, verla a ella, captarle los gestos ampulosos al hablar, la dicción cortante, atropellada, fugaz, pero siempre inteligible. Sobre todo los ojos de ella, tal como siempre me los imagino, grandes, sombreados por grandes pestañas, inteligentes y sensibles. Becca lo dice todo con una mirada, siempre.
Ahí los dejo, pelando al Gastón; Amanda y Becca de parte de Gastón, y Rafael de parte de la moral y las buenas costumbres de la gente bien. Despierto y los siento tan vivos, tanto, que me siento un poco culpable de no haber podido articular nada coherente de la novela en estas últimas semanas, bueno, no totalmente cierto, he escrito algo, por ahí y por acá. Sobre todo la Becca ha seguido escribiendo sus memorias, al fin pone lo de su apellido (porqué firmo S. Wood), y me falta lo que escribí en el feudo de mi hermana, aquello de cómo es que Becca y Alek no se conocieron en la U, siendo que Rafa y Alek eran amigos. Ambas partes muy relacionadas, porque ahí la Becca es nombrada más que nada por el apellido, al igual que Arestizával, el Truhán, Alek (pronúnciese Álek).
En fin, aquellos que me leen, y me conocen, y aún no hayan leído lo que va de la novela, es decir, los menos, porque Nadie de Chile, y Anto de España, al menos, me hablan de estos personajes con tanta familiaridad como yo los sueño, pueden pedirme cuando quieran un adelanto (si es que ya no les he dejado algo de Becca en sus propios PCs). Según Nadie, por ejemplo, la mariquita es Manke, el Gastón es el hombre ahí, una forma eufemística de decir que el Manke es maricón pasivo y Gastón maricón activo, pero no estoy tan de acuerdo, y de todas formas, me da pudor meterme entre sus sábanas para enterarme de quién la mete y a quién se la meten.
Antonio me habla del Gastón y de Rafa con una ternura tremenda, le sorprende horrores la amistad tan grande que hay entre ellos y Becca, y aspira a que nosotros tengamos un lazo parecido. Puede ser, Anto, he soportado tanta rabia contigo a veces y jamás pongo en duda nuestra amistad. Anto también ha sido un tiempo el que más ha insistido en mi parecido con la Becca, es decir, mi forma de ser, mi visión del mundo y de los minutos, todo eso. En un mail incluso se atreve a decir, “la Becca, que no es otra que tú misma, ¿no?”, lo que me llevó a responderle con una larga lista de cosas en las que la Becca y yo no sólo no nos parecemos, sino que somos muy opuestas. Partiendo por lo más central de la novela, que en realidad jamás me podría ni lejanamente pasar a mí. No como le pasa a Becca, jamás. De hecho, me he dado cuenta que si algún tipo de hombre me atrae, y mucho, es el de por lo menos unos diez años más que yo. Bueno, mi último intento por estar con un hombre fue con un señor de casi cincuenta años. Yo tengo treinta y cinco, no sé si lo he dicho (lo pongo por respeto a los pocos y eventuales desconocidos que pudiesen en una de esas, leer este blog de acceso restringido).
Pero sí, Anto, igual me parezco mucho a ella, sólo que no soy ella. Le presto cualquier cantidad de ropa, por decir en chileno. Hay mucho de mí en Becca, pero yo no soy la Becca.
Termino de leer a Jaime Bayly, el huracán lleva tu nombre, y no deja de sorprenderme la rudeza de la descripción que hace de sí mismo en el libro. Eso, asumiendo como se dice tanto por acá y por allá, que el libro sea autobiográfico. De todas formas, sigue siendo Gabriel Barrios y no Jaime Bayly al que le pasan todas esas cosas. Como sea, se le parece mucho al personaje que él representa en la televisión, y al que entrevistan de vez en cuando las revistas como Caras o Cosas (nunca las he podido distinguir). En todo caso, hay partes en las que simplemente me cago de risa, me parto de risa, me río con una desenvoltura y ternura como hace tanto no me reía, por ejemplo la parte de la luna de miel dedicada a depilarle el poto, que agradezco tanto, tanto, que no haya puesto trasero o culo, o traste. Poto como yo desde chica he dicho y sentido cada vez que siento esa parte de mi cuerpo. Me dio gusto, porque lo publicaron en Planeta, y espero lo hayan publicado tal cual para los españoles, sin poner culo, sino poto, que acá tenemos poto y nos empotamos cuando nos engachamos sexualmente con alguien (anota, Anto). Me encanta el lenguaje de Bayly, aunque, insisto, no hay mucho mérito porque continúa siendo peruano, y los peruanos, se sabe, hablan en bonito casi siempre, como tampoco tiene tanto mérito en eso García Márquez, porque, también se sabe, los colombianos también hablan en bonito casi siempre. Me meto al chilean chat de nuevo y un brasilero en Chile me dice que hablo como si hubiese vivido en el extranjero, que mi lenguaje es por sobre la media del chileno, y yo le digo que gracias (porque el chileno medio habla como el culo), que no he salido del país jamás, pero que suelo viajar por el lenguaje, ya sea con amigos virtuales, o como en este caso de Bayly, leyendo novelas.



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